Bombardeos, asedio y destrucción

En una guerra total como lo fue la IIGM, la distinción tradicional entre militares y civiles desapareció completamente. Y los civiles, entre ellos niños y niñas, fueron sus objetivos más que nunca. A una edad a la que tenían que jugar y estudiar, disfrutar de su inocencia infantil y crecer al calor del hogar familiar, los menores vivieron en un entorno cotidiano de violencia y vulnerabilidad. Los bombardeos indiscriminados sobre sus pueblos y ciudades, a veces indefensas, también formaron parte de su cotidianidad y originaron numerosas víctimas civiles.  

Bombardeo aéreo en Saint-Pierre-des-Corps (Francia). Dibujo de Suzanne Chavanne (ca. 1940). ©Réseau Canopé – Musée national de l’Education (1979.09324.61)
Clínica pediátrica bombardeada por la aviación alemana en Londres. © Archives du Comité International de la Croix-Rouge (V-P-HIST-01336)

Su finalidad era la destrucción de objetivos militares e industriales y de ciudades. También golpear la moral de civiles enemigos para quebrantar su voluntad y forzar la capitulación de sus países. Entre 1940 y 1941, la fuerza aérea alemana empleó esa táctica contra el Reino Unido. Durante la Blitz, la Luftwaffe bombardeó puntos estratégicos y ciudades, principalmente Londres, causando más de 40.000 víctimas mortales entre los civiles. Unos 7.736 niños murieron y 7.622 fueron gravemente heridos.        

Las fuerzas aéreas británicas y estadounidenses también utilizaron ese método. Por un lado, el bombardeo estratégico en países ocupados, como Francia e Italia. En cada país, murieron más de 50.000 civiles a causa de las bombas. Por otro lado, Alemania fue masivamente bombardeada. En 1943, durante la Operación Gomorra, los aliados arrasaron Hamburgo con tormentas de fuego. La meta de la Operación fue psicológica: atemorizar a los civiles, especialmente a los obreros. Los ataques se saldaron con más de 40.000 civiles muertos y otros tantos heridos. No obstante, en febrero de 1945, Dresde, una ciudad no estratégica industrial y militarmente, fue reducida a cenizas en uno de los bombardeos aliados más controvertidos en Europa. El balance, más de 35.000 fallecidos, entre mujeres, niños y ancianos.   

El bombardeo sobre Dresde (13 de febrero de 1945), realizado por el joven italiano Angiolino Filiputti. © CC BY-NC 4.0 / International Bomber Command Centre Digital Archive, University of Lincoln
“Niños en un hogar destruido por los nazis” (autor desconocido, 1943). © Museo de Arte Multimedia de Moscú (MDF KP-1202/32 FII-12586 GC 27155292)

Aunque Alemania fue el país más bombardeado durante la guerra, uno de los ataques más mortíferos tuvo lugar sobre Tokio. Las bombas de las fuerzas aéreas estadounidenses mataron a más de 100.000 civiles, poco antes de atacar Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. En otras partes, el bombardeo estratégico formó parte de acciones militares prolongadas. Ocurrió en el cerco de Leningrado (1941-1944), durante la Operación Barbarroja iniciada por Alemania contra la URSS. A través de bombas incendiarias, destrucción de hogares, bloqueo y corte de suministros se buscaba aniquilar la resistencia de la población civil, compuesta casi exclusivamente por niños, mujeres y ancianos.     

El asedio duró 900 días, quedando atrapados en la ciudad 3.200.000 residentes, de los cuales 400.000 niños. Hubo cerca de un millón de muertes civiles. Más del 90% pereció por hambre, frío, enfermedad y fuego enemigo. Hasta 1944, los alemanes lanzaron sobre la ciudad 148.478 proyectiles de artillería, 102.500 bombas incendiarias, y 4.638 bombas explosivas.

La resistencia y la supervivencia en la ciudad sitiada se debió principalmente a las mujeres, soviéticas y extranjeras: abuelas, madres, hijas, obreras y combatientes. Entre ellas, más de un centenar de jovencitas españolas evacuadas a la URSS durante la Guerra Civil que contribuyeron a la defensa de la ciudad y al cuidado de habitantes y heridos.

Leningrado bajo asedio (1942). En cartel se señala “¡Muerte a los asesinos de niños!” cerca de una casa destruida. Autor: Serguéi Strunnikov. ©Wikimedia Commons
“Esta es la guerra de todos. El enemigo lo ha decidido así. Qué nunca sepas lo que significa ser un refugiado... tener hambre... no tener un hogar. Asegúrate de que esto nunca te ocurra a ti. Produce para la victoria”. ©National Archives (NAID: 515239)
En un pueblo francés, cerca del frente, una niña escribe sobre una bomba sin explotar “Para Hitler con nuestros mejores deseos, 1945” (Pour Hitler avec nos voeux, 1945). © United Nations Archives and Records Management Section (S-1167-0008-00004)

Resistentes y combatientes

La invasión y la ocupación de vastos territorios en Europa por la Alemania nazi sembraron terror, miedo y sumisión entre la población civil. También colaboración por razones ideológicas, raciales y de supervivencia. Diariamente los civiles convivieron con el ocupante que exhibía uniformes, brazaletes e insignias; colocaba banderas rojas con esvásticas en edificios; y lanzaba propaganda colaboracionista, contrapropaganda y censura. La omnipresencia de los elementos del triunfo nazi y la ocupación de sus países suscitaron la reacción de civiles y combatientes en Bélgica, Francia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Polonia, Eslovaquia, Italia, Yugoslavia, Grecia o la URSS.

Dibujo de Pierre Cavellat. “Llegada de alemanes a Quimper” (Arrivée des All[emands] à Quimper), 22 de junio de 1940. © Archives départementales du Finistère (18 Fi 167)
En los Alpes franceses, un maquis veterano enseña a jóvenes combatientes a usar armas. © Yad Vashem (503/5586)

Los movimientos de Resistencia se expresaron en múltiples formas: ataques y operaciones contra tropas, oficiales e instalaciones militares; sabotajes de vías de tren; asesinato de informantes; organización de protestas; rescate de menores y adultos; ayudas a fugitivos; falsificación de documentos; obtención y transmisión de informaciones para los Aliados, etc. Aquellos “ejércitos en la sombra” estuvieron formados por muchos héroes anónimos. Junto a los adultos, participaron niños y adolescentes, siguiendo el ejemplo de sus padres, luchando por la libertad con espíritu aventurero, coraje y temeridad.  

Algunos combatieron en las primeras líneas, otros lo hicieron como saboteadores, mensajeros, espías o agentes de información. No obstante, la Resistencia no fueron únicamente ellos. Las mujeres desempeñaron misiones clave en situación de riesgo y clandestinidad. La Resistencia europea contó con espías, agentes de enlace, secretarias, asistentes sociales, médicas, enfermeras, aviadoras, francotiradoras, operadoras de radio, etc. Además, muchas de ellas escondieron a perseguidos, cuidaron a heridos y abastecieron a resistentes.

Acción de sabotaje por parte de un joven de la Resistencia danesa. © Frihedsmuseet-Museum of Danish Resistance
Dos niñas ensamblan ametralladoras PPD-40 Tokareven en una fábrica de armas de Leningrado (Autor: Serguéi Strunnikov, 1943). © Wikimedia Commons/Creative Commons Atribución 2.0 Genérica (Dominio público)
Cartel que representa a Zina Portnova, elaborado por Semyon M. Bondar y Naum P. Karpovsky (1972). ©Museo Histórico Estatal de los Urales del Sur (CHOKM OF - 3102 / 44. GRF - 91 / 21)

Entre sus filas se encontraban pequeñas y jóvenes heroínas, como Zinaida Portnova que participó en acciones de sabotaje, distribución de panfletos y recogida y ocultamiento de armas para los soviéticos. En calidad de ayudante de cocina infiltrada en una guarnición nazi, envenenó los alimentos causando un centenar de bajas. Posteriormente, fue capturada, torturada y ejecutada por la Gestapo. Otro ejemplo de lucha y valor fue el de la partisana y enfermera María Pardina Ramos que actuó en el frente de Leningrado, junto a niñas y niños españoles acogidos por la URSS entre 1937 y 1938.

A pesar de su edad, los menores fueron resistentes y combatientes anónimos por la libertad en una Europa en guerra. Como revela una resistente francesa, “mi papá me enseñó de muy, muy joven a luchar por la libertad. Lucha por tu país. Lucha por la humanidad”.  

Retrato de la participante más joven del Levantamiento de Varsovia, la superviviente polaca Różyczka Goździewska, que ayudó en el hospital de los insurgentes. ©Muzeum Powstania Warszawskiego/ Creative Commons CC0 License (Dominio público)
La brigada partisana de los “diablos rojos” en los pantanos de Codroipo-Aris, en Italia (Angiolino Filiputti, 13 de abril de 1945). © CC BY-NC 4.0/International Bomber Command Centre Digital Archive, University of Lincoln
“Salvando a Miriam”, Ámsterdam, 29 de noviembre de 1943 (Hein Robert Korpershoek, 1987). El dibujo retrata una operación de tres miembros de la Resistencia holandesa, dos hombres y una mujer, para rescatar a la pequeña Miriam Dasberg que iba a ser deportada. © Yad Vashem Art Museum

Persecución, deportación y exterminio

Más de un millón y medio de niños y adolescentes de Alemania y de los países europeos ocupados fueron asesinados por el Tercer Reich y sus colaboradores por razones raciales, biológicas y políticas. Durante el Holocausto, cerca de un millón de niños judíos perecieron en la deportación o en guetos, víctimas del hambre, de las enfermedades y de las condiciones infrahumanas; en campos de concentración, a causa del trabajo forzado, de los brutales experimentos médicos y de la deshumanización; y, en campos de exterminio, ya que los menores de 13 años, las mujeres embarazadas y los mayores de 50 años eran enviados directamente a la cámara de gas.

Pintura autobiográfica de la deportación de niños, mujeres y hombres de Vilna, Polonia (actual Lituania), realizada por Arie Singer, basada en sus memorias como joven partisano de 13 años. © United States Holocaust Memorial Museum (2006.125.34)

Sus destinos fueron los guetos de Polonia, Ucrania, Hungría y Rumanía, de los Países Bálticos y del Protectorado de Bohemia y Moravia, y los centros de la muerte de Auschwitz-Birkenau, Belzec, Chelmno, Majdanek, Sobibor y Treblinka.

Dibujo de Ervin Abadi, un joven judío húngaro, deportado a Bergen-Belsen. © United States Holocaust Memorial Museum (36722)

A algunos de esos campos llegaron otros niños “indeseables”, “asociales” y “racialmente inferiores”, como los menores romaníes y sinti, víctimas también del exterminio sistemático nazi o del Porrajmos. Durante la IIGM, unos 500.000 romaníes fueron sujetos a la deportación en Polonia; al internamiento en los campos especiales de Marzahn (Alemania), Lackenbach y Salzburg (Austria); al encarcelamiento en los campos de concentración de Bergen-Belsen, Sachsenhausen, Buchenwald, Dachau, Mauthausen, y Ravensbrück. Las pruebas de Zyclon-B en Buchenwald, los experimentos médicos en Ravensbrück, Natzweiler-Struthof y Sachsenhausen, las cámaras de gas de Auschwitz y los fusilamientos en masa en Polonia, Hungría, Yugoslavia y Albania causaron la muerte de miles de menores romaníes.

 

En un destino trágicamente compartido, niños romaníes, judíos y no judíos perecieron junto a sus familias en los fusilamientos masivos perpetuados por los escuadrones móviles de ejecución (Einsatzgruppen), apoyados por las SS, en los territorios soviéticos ocupados por los alemanes. Uno de los capítulos más trágicos del “Holocausto a balazos” se escribió en el barranco de Babi Yar, cerca de Kíev, en septiembre de 1941. Allí ocurrió el mayor asesinato de judíos, romaníes, civiles ucranianos y prisioneros de guerra soviéticos durante la IIGM. Las matanzas se prolongaron hasta el otoño de 1943, con 100.000 víctimas judías y no judías, la mayoría niños, mujeres, enfermos y ancianos.

Pintura del joven letón Jacob Barosin de una mujer romaní y con sus hijos. © United States Holocaust Memorial Museum (31762)
The Last Way (“El último camino” o “Llevados al matadero”, Babi Yar,1940S). Óleo sobre lienzo del artista ruso Yosef Kuzkovski. Fotógrafo: Michael Amar. ©Knesset Archives

Entre otras tragedias de inocentes se encuentra la aniquilación del pueblo checo de Lídice. Las tropas nazis cometieron una cruel venganza contra su población, como castigo por el atentado de un comando checoslovaco contra el “Carnicero de Praga”, Reinhard Heydrich, el gobernador del Protectorado de Bohemia y Moravia y uno de los ideólogos de la “Solución Final”. Los civiles fueron vinculados falsamente con el atentado y la consecuente muerte de Heydrich. Los alemanes ejecutaron a 173 hombres y adolescentes, deportaron a 203 mujeres y jóvenes a Ravensbrück, y gasearon a 42 niñas y 40 niños en Chelmno. En su memoria y la de otros tantos inocentes se alzó un monumento.  

Memorial a los niños víctimas de la guerra en Lídice (Marie Uchytilová & Jiří V. Hampl). © Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
Jóvenes supervivientes de Buchenwald. Uno de ellos, Joe Dziubak (Lodz, Polonia) escribe en alemán: ¿Dónde están nuestros padres? © United States Holocaust Memorial Museum (44251)
Reunificación familiar. Una madre encontró a su hija (Austria, 1946). © Archives du Comité International de la Croix-Rouge (V-P-HIST-02215)

Liberación y postguerra

Desde mayo de 1945, militares y civiles celebraron la liberación y la victoria aliada en una Europa en ruinas. Aquella victoria se saldó con la muerte de unos 70 millones de combatientes y no combatientes, siendo la URSS, China, Alemania y Polonia, los países que registraron las mayores pérdidas humanas. Durante la guerra, las poblaciones civiles fueron sus víctimas, sufriendo incontables violaciones de sus derechos. Además, millones de civiles, menores y adultos, tuvieron que abandonar sus hogares, convirtiéndose en desplazados y refugiados. En su día a día, niños, mujeres y ancianos convivieron y afrontaron la guerra, la destrucción, el hambre, las privaciones, las enfermedades y los rigores climáticos.  

Dibujo del húngaro Ervin Abadi, representando la llegada de los liberadores (Alemania, 1945). © United States Holocaust Memorial Museum (George Bozoki, 36760)

La situación de la infancia movilizó a organizaciones humanitarias que, por principios religiosos, humanitarios, éticos, caritativos o filantrópicos, actuaron sobre el terreno para aliviar su sufrimiento. Una de esas organizaciones fue la Commission Mixte de Secours, que socorrió a niños y adolescentes en Bélgica, Francia, Holanda, Noruega, Finlandia, Grecia, Yugoslavia, Polonia, Italia y los países bálticos.

“Niños que sufren”. Cartel de la Croix-Rouge suisse- Secours aux enfants. ©Bibliothèque de Genève (SGA 56.20)

A esa labor de rescate contribuyó la Croix-Rouge suisse- Secours aux enfants cuya acción humanitaria con alimentos, medicamentos y fortificantes se centró en menores franceses, belgas, finlandeses, griegos, italianos, serbios y croatas. La Œuvre de secours aux enfants estableció una red de 25 casas para proteger a niños judíos, sacarlos de los campos franceses o evacuarlos al extranjero en colaboración con los American Friends Service Committee. Los cuáqueros se distinguieron por sus obras en los campos franceses y hospitales, alimentaron refugiados, cuidaron a menores en colonias y gestionaron servicios de comida para niños. 

Durante la guerra y la postguerra, la protección de la infancia fue posible gracias a las voluntarias de la ayuda humanitaria, enfermeras, médicas, cuidadoras, educadoras o maestras, que con sus labores lucharon por la protección física y mental de los menores. De hecho, más del 40% del personal de la gran organización humanitaria de la postguerra, United Nations Relief and Rehabilitation Administration (UNRRA), fueron mujeres. En 1945, UNRRA inició sus trabajos en Grecia, país que sufrió una terrible hambruna tras la ocupación alemana.  

Niños recogidos diariamente por enfermeras de la Cruz Roja en Yugoslavia (1942). © Archives du Comité International de la Croix-Rouge (V-P-HIST-03168-13)
Escolares de Asprangeli (Grecia) disfrutan de alimentos de la UNRRA (1945). ©UNRRA, Harry S. Truman Library & Museum (61-173-11)

Hasta su disolución en 1947, las misiones de la UNRRA y su ayuda humanitaria con alimentos, ropa y medicinas llegaron a Austria, Alemania, Albania, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Hungría, Ucrania, Bielorrusia, Finlandia, Italia, así como a países africanos y asiáticos.   

Las organizaciones de la época tuvieron que hacer frente a olas de refugiados sin precedentes y a una crisis humanitaria de enormes proporciones que asoló a los civiles. La postguerra fue testigo de la existencia de millones de niños deportados, refugiados o desplazados, no acompañados, abandonados o huérfanos. También de la tragedia de miles de niños de “características arias”, arrancados de sus hogares por las fuerzas nazis en Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Bélgica, Holanda, Noruega o la URSS y enviados a Alemania para la germanización en los centros Lebensborn-Heime o mediante la adopción. Desafortunadamente, la historia volvió a repetirse. Muchos huérfanos de guerra fueron separados de sus familias adoptivas o robados por los vencedores para repoblar sus territorios. Las secuelas físicas y psicológicas del conflicto persiguieron a aquellos niños de la guerra, incluso de por vida. Al igual que a los niños supervivientes de las bombas atómicas, lanzadas sobre los civiles de Hiroshima y Nagasaki. Poco tiempo después, se produjo la rendición de Japón, marcando el fin de Segunda Guerra Mundial.    

Madres y niñas en una cueva de Nápoles (Italia). © United Nations Archives and Records Management Section (UNRRA, S-0800-0003-0004-00012)
Nous voulons un monde meilleur (“Queremos un mundo mejor”). Boletín pedagógico y de orientación profesional de la OSE (abril 1945). © Œuvre de Secours aux Enfants
The Last Push (“El último empujón”, 1945). Un dibujo que representa un mundo maltrecho y herido, con vendas en las que se lee “Segunda Guerra Mundial”, mientras un militar monta sobre una bomba atómica y dice “Paz - ¿No es maravilloso?” (Whitey). © TriCollege Libraries Digital Collections (sc:95559)